Saturday, July 23, 2016

Dar a luz en la oscuridad por María Luisa Paparrós



En los últimos años, la comunidad internacional ha enfocado su atención a la crisis de personas refugiadas sirias que ha ido escalando y alcanzando su pico en 2015 y 2016.
Mientras tanto los países rotos de África siguen encontrándose lejos de encontrar soluciones pacíficas y sus ciudadanos y ciudadanas siguen teniendo que buscar refugio en países vecinos donde desgraciadamente tampoco lo encuentran.
De acuerdo con UNHCR, en Egipto hay alrededor de 42.000 refugiados africanos solo de Sudán, Etiopía y Somailia y 125.000 incluyendo otros países africanos.14 países africanos pasan por Egipto en su búsqueda de asilo y refugio: Norte y Sur Sudán, Congo, Eritrea, Etiopía, Somalia, Nigeria, Camerún, Ghana, Burundi, Uganda, Angola, Liberia, Kenia. La mayoría han perdido algún miembro de su familia en el tránsito o en el propio país de origen a causa de los conflictos.
Debido a los documentos que se requieren, los niños y niñas no pueden incorporarse a las escuelas egipcias y son muy pocos los que tienen la oportunidad de recibir educación en Egipto.
Las mujeres y las niñas son las que se ven más golpeadas en este panorama. La vulnerabilidad de su situación de personas en tránsito sumada a la discriminación de género las pone en una situación en la que no ven respetados sus derechos básicos de salud, higiene, privacidad y protección se ven ampliamente violados.
Hombres y mujeres pasan por diferentes tipos de peligros en su proceso de tránsito, pero las mujeres y las niñas son sin duda las que se llevan la peor parte siendo especialmente discriminadas y siendo víctimas de violencia sexual, asunto que, por otra parte, en muchos casos es precisamente de lo que huyen.
En sus viajes solas o acompañadas tienen diferentes necesidades y circunstancias que normalmente no son atendidas en la especificidad que lleva su condición de mujer.
El caso de Seoudi (nombre falso) es especialmente doloroso. Huyó de Eritrea con su hija recién nacida y su marido buscando según sus propias palabras “un lugar donde encontrar paz, alimento y educación para su familia”. De allí fueron a Sudán donde su marido encontró trabajo. Allí quedó embarazada de su segundo bebé y además estaban felizmente en proceso para ser acogidos en Canadá.
Sus documentos para emigrar a Canadá estaban en proceso cuando unas mafias asaltaron el lugar donde vivían en Sudán y les llevaron hasta la frontera de Egipto. Allí la policía egipcia interceptó al grupo y les arrestaron por estar en territorio egipcio sin documentación.
Como si de unos criminales se tratara la familia entera fue puesta en prisión. Seoudi, su hija de un año, su marido… y la criatura de la que estaba recién embarazada. En prisión ha vivido la familia desde que ingresaron hace ocho meses. Estando en pabellones separados, no se pueden ver. Seoudi está a cargo de su hija y su marido no puede ver a su hija ni a su mujer.
Seoudi ha dado a luz en la prisión a su segunda hija. Sin la apropiada atención sanitaria y sin nadie que pudiera hacerse cargo de su hija mientras ella daba a luz.
Seoudi ha dado a luz en medio de una oscuridad muy grande de falta de protección, de derecho a la salud y de privacidad para un acontecimiento tan grande como el de traer una vida al mundo.
Un vida traída a un mundo de tenaz oscuridad el de la cárcel, que no obstante y a pesar de la incertidumbre, la frustración y la agresión a la que son expuestas viene a hacer un guiño de luz y esperanza para Seoudi. Una nueva luz ajena a la oscuridad en la brilla.
El caso de Seoudi, no es excepcional. Los derechos de salud de las mujeres y las niñas en los procesos migratorios y de refugio ponen cada día a miles de mujeres y niñas en situaciones en las que su intimidad y su dignidad se enfrenta a graves riesgos. Por ello, la perspectiva de género es una herramienta fundamental a la hora de comprender y de poder intervenir adecuadamente en el acompañamiento de las realidades de refugio, ayudándonos a visibilizar el rostro de mujer de las vidas en tránsito.
entreParéntesis

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